«Lo que más disfruté de mi decanatura fue la culminación de mi esfuerzo de docencia, porque siempre me gustó mucho enseñarles a los estudiantes. Por ejemplo, a los alumnos les agradaba pasar visita en el hospital conmigo, porque yo siempre quería dejarles un mensaje: una perla, digamos», dijo Federico Alfaro, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco Marroquín, al ser consultado sobre los años que estuvo al frente de esa unidad académica. A partir de enero del 2025, el doctor Alfaro dejará aquella decanatura en manos del médico Federico Antillón.
A continuación, compartimos una entrevista con el doctor Alfaro.
¿Cómo y por qué se interesó en la educación?
«Cuando vine de los Estados Unidos, enfoqué aquel deseo de enseñar en instituciones como la Asociación Guatemalteca de Cardiología, donde comencé ayudando a organizar el Congreso Centroamericano de Cardiología, a solicitud del doctor Roberto Solís. También colaboré con la Asociación de Medicina Interna y con el Club Rotario, al que me acerqué gracias a mi hermano, Ramiro Alfaro. En ese lugar se puede hacer mucho por la gente y, por ello, todavía soy miembro después de cincuenta años.
Crecí mucho en el Hospital Herrera Llerandi, donde también me dediqué a la docencia y a la Semana Científica de aquel nosocomio. Durante diecisiete años estuve a cargo de ello. Además, contacté a profesionales del Centro Médico de Texas, como los doctores Michael E. DeBakey y Henry D. McIntosh, quienes luego fueron distinguidos con doctorados honoris causa de la Universidad Francisco Marroquín, y el doctor Antonio Gotto. Admiro mucho al doctor McIntosh, que fue mi “padre” en cardiología.
Soy una persona tranquila, no me gustan los problemas ni los conflictos, y me considero un solucionador de problemas. Allá, en el Herrera Llerandi y luego en el Hospital Esperanza, servía de intermediario. Creo que el doctor Rodolfo Herrera Llerandi vio eso y, un sábado del 2005, me llamó por teléfono… y él nunca me había llamado a mi casa. Me dijo: “Mirá, Federico, ¿podés llegar a mi oficina a las ocho de la mañana?”. Le respondí que con mucho gusto y le pregunté de qué se trataba. “No te preocupes”, contestó, “es algo bueno para ti y para mí”.
Y resulta que era para empezar a hablar de la decanatura. El doctor Herrera me prohibió que comentara el asunto. Pasé tres meses de angustia y me tensioné más por contener las ganas de contar lo que estaba pasando. Cerca de Navidad, el doctor Herrera me llamó y me dijo: “Ya puedes contarle a tu hermano Ramiro”. Y él, que era decano de la Facultad de Odontología de la UFM, no sabía nada. Así que le conté y… aquí estoy.
En la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco Marroquín, le di rienda suelta a mis ideas sobre la educación, gracias a Dios, ayudado por gente muy competente y profesores con mucha experiencia. Aquí hemos logrado ser pioneros en la educación médica en Guatemala».
¿Qué innovaciones deja en la Facultad de Medicina?
«Me formé, como otros médicos, a partir de clases magistrales y uno o dos exámenes por semestre. Pero aquí, en la facultad, hubo una transformación por medio de la interacción, que es insustituible, y en la que los motores son los estudiantes. En un ambiente como este, los estudiantes crecen hasta donde sus propias iniciativas les permitan. Además, la forma de validar el conocimiento tenía que cambiar. Así que nos encaminamos hacia una forma mucho más objetiva de evaluación. Avanzamos hacia la evaluación estandarizada sobre lo que se les enseñó a los estudiantes, y lo que se les enseñó es lo que está descrito en el perfil del egresado de la facultad. Eso ha costado mucho; porque los profesores son tan buenos que quieren enseñarles todo lo de su área a los alumnos, pero eso es imposible. Revisamos los programas para evitar repeticiones innecesarias.
Otro avance es ir adaptando el profesorado al ideario de la Universidad Francisco Marroquín. No soy muy versado en relación con ese documento fundamental; lo he leído un par de veces, pero es denso y me considero un buen aprendiz de libertario. El 100 % de los auxiliares es egresado de la UFM y conoce las ideas de la libertad. Muchos profesores también, y hay quienes tienen más de quince años de ser docentes y han estado en contacto con el contenido de la misión de la universidad.
Otro logro importante fue la creación de un salón de profesores, a imagen del que hay en el Edificio Académico, y ahí hay conversaciones variadas. A veces entro y hay tres o cuatro profesores platicando. Además, la implementación del Centro Avanzado de Simulación, en el 2014, es algo muy importante para el refuerzo teórico-práctico. También el Departamento de Wellbeing —o bienestar— ha sido un gran logro. A esto le sumamos los excelentes convenios de cooperación académica con prestigiosas universidades en el extranjero. Hay graduados nuestros trabajando en los cinco continentes y, por supuesto, que en Guatemala. Por ello y más, logramos ser la primera Facultad de Medicina, en Guatemala, con certificación internacional.
Ahora, celebramos el Cuarto Encuentro Científico, donde los expositores son profesores graduados de la UFM. Están dando una serie de temas de sus áreas de experiencia. La mitad de ellos viajó desde Estados Unidos y la otra mitad es de acá. Son personas que han triunfado tanto allá como aquí. Creo que somos un referente en educación médica, aunque a veces no nos damos cuenta de ello. Para este encuentro científico, no cabía un alma más en el aula magna, y fue necesario habilitar espacios para la teletransmisión. Además, los conferencistas, que son graduados y vienen de otros países, se dan cuenta de los cambios que ha habido en la facultad… aunque queda mucho por hacer. Esta actividad coincide con la celebración de las bodas de plata de la XV promoción de graduados y con el cuarenta aniversario de la primera promoción de graduados de la Facultad de Medicina».
¿Cuál ha sido el rol de los estudiantes en esos procesos?
«Los estudiantes son buenos muchachos. Parte del éxito de la Facultad de Medicina es que llegan cerebros frescos y muy buenos. Los alumnos son brillantes, casi todos. Donde surge el problema, al igual que en otras facultades, es cuando hay complejidad en las relaciones intrafamiliares, porque eso afecta mucho. Hemos visto que, cuando alguien tiene bajas sus notas, suele ser por un problema en casa.
Los alumnos aquí maduran enormemente. Vienen muy frescos e inteligentes, y son una persona al entrar y otra al graduarse. Me llama mucho la atención el profesionalismo que se reconoce en estos muchachos cuando están en un ambiente hospitalario: contentos, van un cuarto de milla más allá de lo que les corresponde».
¿Cómo fue el proceso de cambio de pénsum?
«Tengo gratísimos recuerdos de todos los rectores. Al doctor Manuel Ayau yo le tenía miedo, porque, cuando platicábamos y yo mencionaba algo de economía, me daba pena pecar de ignorante. Sus respuestas eran sencillas, pero profundas, tanto que un día le dije: “Doctor, ya estoy leyendo y voy a aprender”. “Es cuestión de tiempo”, me dijo, “ya vas a aprender”. Además, Fernando Monterroso siempre fue muy abierto. Siempre da una respuesta cuando uno le pregunta algo y siempre soluciona. También se debe mencionar que Gabriel Calzada y Ricardo Castillo han promovido la modernización de la educación y continuos cambios de gran importancia en la educación universitaria.
Giancarlo Ibargüen marcó mi vida porque me enseñó mucho. Aunque era mucho más joven que yo, tenía una madurez y una sensibilidad increíbles; no hería cuando hablaba, y eso lo aprecio mucho. Siempre fue muy positivo. Parte del cambio de pénsum se debe a él. Un día, le comenté que me gustaría darle una revisada al pénsum porque ya hacía años que no se actualizaba. Entonces, me sugirió un formato como el de Antigua Forum, y apuntamos al pénsum de estudios de los estudiantes de Medicina para el siglo XXI. Le dije que esos zapatos eran muy grandes para mí, pero me motivó mucho. Me hizo estudiar y estudiar, porque yo estaba enfrascado en el sistema ortodoxo de enseñanza, como lo están otras facultades de Medicina.
Vimos que los cambios se anunciaban en los Estados Unidos desde el 2000, y ya estábamos en 2013; el 86 % de las escuelas de Medicina de allá ya habían hecho cambios. Entonces, empezamos nuestro proceso, que fue duro. Mucha gente participó, pero hubo encontronazos y oposición. Redujimos la deserción en el primer año, que era del 30 %. Le dimos énfasis a la biología y al estudio de la fisiología humana. Hubo muchos cambios, y ahora la deserción es de menos del 10 % en el primer año».
¿Qué consejos le deja al nuevo decano?
«El doctor Federico Antillón tiene mucha experiencia, y eso es lo más importante para el funcionamiento de una facultad de medicina. Lo digo cada vez que puedo y lo he dicho en público desde que el doctor Antillón formó la unidad de cáncer infantil. Hoy, 156 niños con leucemia en Guatemala tienen esperanza gracias a él. Es un logro increíble. Él es muy abierto y firme. Cuando dice “no”, explica por qué y dialoga. Hay que darle rienda suelta a sus deseos de mejorar. Creo que será el decano ideal para continuar el desarrollo».
Finalmente, ¿qué consejos les da a los estudiantes?
«Les digo que son los motores de su éxito. No dejen de soñar, estudien todo y trabajen, porque cualquier carrera que escojan en la vida requiere esfuerzo y trabajo. No le crean a la gente que los quiere atemorizar y les dicen cosas como “¡ay, pobrecitos los que estudian Medicina, estudian mucho!”. No, porque si fueran vendedores ambulantes, también tendrían que planificar bien sus ventas y, entonces, igual tendrían que estudiar mucho.
Además, creo que viene un cambio en la atención médica en Guatemala. Los jóvenes tienen que ver hacia el futuro y asociarse con otros egresados de la Marro, irse al interior y poner clínicas de atención privada para desarrollar la medicina, porque el sistema de salud actual debe mejorar. La formación universitaria es una educación para la vida y deben apoyarla siempre».
Contacto:
Facultad de Medicina
medicina@ufm.edu
Guatemala, 24 de octubre del 2024
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