Valdizán habló del crimen del taxi gris

José Eduardo Valdizán en el Auditorium Milton Friedman, de la UFM.
Fotos por Angela Reyes.

El último día de actividades de la Semana Jurídica 2012 arrancó con la exposición del periodista y abogado José Eduardo Valdizán acerca de un polémico juicio penal que antaño sacudió a la sociedad guatemalteca.

Este año fue el turno del crimen del taxi gris, sucedido en 1948, una época más tradicional y con una población mucho más sensible a los actos criminales, los cuales no eran comunes en aquel entonces.

César Augusto y José Miguel Olivet Osorio, José Lisandro Reyes y Carlos Humberto Valenzuela Palacios eran cuatro jóvenes decididos a robar un vehículo para luego venderlo en El Salvador.

El sábado 3 de enero era el día que habían planeado. En el Parque Central uno de ellos localizó un automóvil marca Studebaker gris, contrató al taxista Domingo Cruz, dueño del mismo, y se dirigieron al salón Montecarlo, donde estaba el resto del grupo tomando unos tragos.

Los cuatro abordaron el taxi y se dirigieron a otro salón, el Bacarat; pero olvidaron un paquete, en el Montecarlo, que contenía las placas que le iban instalar al automotor una vez lo robaran. Luego se dirigieron a un tercer salón, el Palacio. Ahí hablaron con un conocido y luego discutieron los detalles del robo, decidiendo matar al taxista.

Al salir del salón se dirigieron a San Juan Sacatepéquez a bordo del taxi. A medio camino mataron al piloto con un arma de fuego, abandonaron el cadáver, cambiaron las placas y agarraron rumbo hacia El Salvador.

En aquella época cada salida la ciudad tenía guardia y garita. El guardia tomó nota de las placas. Cuando llegaron a la frontera con El Salvador, los criminales se vieron obligados a regresar a Guatemala pues ninguno llevaba pasaporte, ni identificación. A su llegada abandonaron el Studebaker con las placas originales.

Luego uno de los autores se arrepintió del crimen por todas las pistas que habían dejado. Le consultó a un amigo, quien le recomendó entregarse a la policía, pero ésta ya lo esperaba. En cuestión de unos días terminaron todas las capturas y confesiones.

Valenzuela, el arrepentido, sostuvo lo dicho pero los demás se retractaron. Todos lo empezaron a señalar como el autor e incluso argumentaban que el taxista estaba conspirando para asesinar Francisco Javier Arana, el entonces Jefe de las Fuerzas Armadas. Esa fue la versión que sostuvieron, pero no se percataron los autores que las placas utilizadas, el amigo consultado y el amigo que vieron en el salón corroborarían lo que ya habían confesado en un inicio.

El 10 de enero el juez quinto de primera instancia les motivó prisión por los delitos de asesinato y robo. El juez octavo dictó sentencia el 11 de abril de 1949, condenándolos a 20 años de cárcel. Una sala de la corte de apelaciones modificó la sentencia y los condenó a muerte el 24 de abril de 1951. La Corte Suprema de Justicia denegó un recurso de casación y confirmó la condena a muerte.

Sin embargo, por circunstancias del azar, sólo tres fueron ejecutados. Sucede que los cuatro condenados guardaban prisión en la misma penitenciaría que Carlos Castillo Armas, quien había dado un fallido golpe de Estado. El hombre que luego habría de convertirse en el presidente del país se fugó de dicha penitenciaría y José Miguel Olivet Osorio aprovechó la oportunidad para escapar. Nunca más se supo de él. El 3 de febrero de 1952 fueron ejecutados los restantes autores del crimen del taxi gris.

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Contacto:
Milton Estuardo Argueta
Decano de Derecho
margueta@ufm.edu


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