La filosofía escolástica recorre Europa, de norte a sur, en el período encuadrado entre los siglos X y XVI. En ese tiempo, numerosos autores comienzan a reflexionar sobre distintos problemas de naturaleza social intentando fusionar las enseñanzas de la filosofía griega clásica -Aristóteles- con los principios emanados de distintas creencias religiosas, explicó Eduardo Fernández, coordinador del Sitio Escolástico, de la Universidad Francisco Marroquín.
No sería un error afirmar que existen claramente diferenciadas tres escolásticas. La escolástica cristiana que encuentra su máxima expresión en los trabajos desarrollados por Santo Tomás de Aquino, la escolástica judía que tiene como protagonista a Maimónides y una escolástica islámica, también rica, representada en la filosofía de Algazel o Averroes.
En la última fase de la escolástica destacan, por sus contribuciones y por ser autores de transición entre el medievo y la modernidad, los autores encuadrados en lo que se conoce como segunda escolástica, escolástica tardía o Escuela de Salamanca -debido a que muchos de estos autores desarrollaron su labor docente en la mítica casa de estudios salmantina-. Esta escuela, que inicia con Francisco de Vitoria a inicios del siglo XVI y que tiene como representantes a los ilustres Martín de Azpilcueta, Luis Saravia de la Calle, Juan de Lugo o el mítico Juan de Mariana ha sido considerada por académicos como Murray Newton Rothbard, Jesús Huerta de Soto o Marjorie Grice Hutchinson, la semilla original de la economía moderna.
Los sucesores de la obra de Vitoria -padre del Derecho Internacional-, trataron temas de tanta actualidad como la teoría subjetiva del valor, el problema de la inflación y sus consecuencias terriblemente negativas para la sociedad y el gobierno limitado. La mayoría de ellos fueron duros críticos de la deriva absolutista que las monarquías de la época -siglos XVI y XVII- estaban sufriendo.
Contacto:
Eduardo Fernández
Sitio Escolástico
efernandez@ufm.edu
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