Una zarigüeya o tacuacín fue vista en el campus de la Universidad Francisco Marroquín durante el mes de enero.
Se trata de un mamífero de la especie Didelphis marsupialis
cuyos nombre comunes son tacuacín, tacuazín o zarigüeya en El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua. Animal grande -de 13 pulgadas promedio sin cola- con las partes superiores de color gris oscuro, y las inferiores blancuzcas, amarillas o de color crema. Tiene una capa de pelo oscuro, poco denso y largo, y otra capa blancuzca, corta y más densa, lo que le da una apariencia desagradable. En las orejas no tiene pelo y se le ven un poco rosadas, si se miran con atención. Por la noche, si se le enfoca de frente, el brillo de sus ojos es rojo.
El tacuacín tiene hábitos nocturnos (a veces se le ve activo al amanecer) y omnívoros (se alimenta de materia vegetal, insectos, pequeños vertebrados y basura). Tiene mandíbulas fuertes que sirven para triturar huesos y conchas de caracol. Es el marsupial más común y conspicuo de América, aunque no siempre el más abundante. Se le encuentra en el suelo y cuando se ve acorralado suele trepar a los árboles y permanecer en ellos. Si se le molesta, se lanza a tierra, a veces desde alturas superiores a los tres metros. Para defenderse de sus depredadores emite sonidos fuertes, también orina y defeca dejando el lugar con un olor fétido y luego lanza con la cola excremento hacia los cazadores.
Según la literatura, las zarigüeyas muy pocas veces juegan al muerto, como defensa. Anida en cuevas excavadas en el suelo, las hembras tienen nidos fijos y los machos, nidos rotativos que cambian a diario. Se dice que suelen tener dos camadas al año y es seguro que en Guatemala tienen una camada durante los meses de alta precipitación pluvial. Las hembras paren hasta 20 crías y solo les sobreviven alrededor de seis, estas cuentan con una bolsa marsupial que funciona como incubadora para el desarrollo completo de las crías.
Esta especie se distribuye desde el noreste de México hasta el norte de Argentina, habita en tierras desde el nivel del mar hasta los 2000 metros de altitud. En muchos lugares es común y en otros abunda en todo tipo de hábitats. Se favorece con los crecimientos secundarios y cerca de áreas perturbadas, basureros y corrientes de agua. También es posible encontrarlo en bosques maduros, como el bosque montano que rodea el campus universitario, en el que habitan 11 especies de mamíferos.
Una de las lecciones perdurables que ofrece el Arboretum es que la efectiva protección del medio ambiente depende del establecimiento de instituciones que protejan los derechos individuales. El reconocimiento de la propiedad privada constituye una condición esencial para mejorar la calidad del medio ambiente. Esto permite ampliar procesos de mercado que generan los recursos para mejorar el nivel de vida de las personas y, además, para crear espacios de alto valor ecológico.
Contacto:
Carmenmaría Mejía
Arboretum
arboretum@ufm.edu
Guatemala, 30 de enero de 2020.
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