El tzompantli o muro de cráneos es una estructura destinada a sostener un determinado número de cráneos al mismo tiempo; el más conocido es el de Tenochtitlán. La costumbre de erigir este tipo de monumentos responde a una tradición bastante extendida en Mesoamérica, explicó la arqueóloga Gabriela Rivera, durante la conferencia titulada «El tzompantli maya, más que un muro de cráneos, un árbol de vida», que ofreció en el museo Popol Vuh, de la Universidad Francisco Marroquín.
Aunque hay algunos estudios sobre el tema, este no ha sido estudiado tan a fondo como se merece, según la autorizada opinión de la conferenciante. El tema de los trofeos humanos y las cabezas abarca partes de cuerpos, cortadas y curtidas, de enemigos caídos en batallas, así como cabezas, genitales, orejas, mandíbulas y otros detalles. Hay cazadores de trofeos humanos en todo el continente, explicó la doctora Rivera.
La región maya no es la excepción y tales trofeos formaban parte de la regalía de guerra maya. En Cancuén, Toniná, Colhá y Altar de los Sacrificios, entre otros sitios, hay evidencias de aquello, lo mismo que referencias en las crónicas de la conquista. En Iximché se encuentran evidencias relativas a decapitaciones, y murales con representaciones de cráneos y huesos cruzados, precisó la conferenciante.
También se refirió a los pozos de cráneos hallados en Colhá, Belice, y a las técnicas usadas para remover tejidos blandos. Explicó que en algunos casos los cráneos mostraban señales de haber sido modificados para ser exhibidos. Durante el clásico tardío las representaciones de cabezas como trofeos aumentaron. Por tratarse de objetos regeneradores de vida, las cabezas trofeo tenían un valor cosmológico. En el área maya los cráneos eran estandarizados, y para ello se les removía cualquier rasgo de individualidad.
Durante la conferencia, Gabriela Rivera dio una explicación detallada sobre la tipología de las representaciones y los métodos para conservar las cabezas, que, bien decoradas o pintadas de azul, solían mostrarse colgadas en la cintura de su captor. Los cráneos también eran decorados de diversas formas.
No hay evidencia de cacería de cabezas, sino que se consideraban trofeos de guerra y tenían un carácter excepcional, explicó Rivera. La decapitación estaba asociada con la fertilidad y la cosmogénesis. No se trataba de un acto violento de rapacidad, sino que tenía un significado cosmológico, como el de semillas propiciadoras de vida. La arqueóloga cuestionó el uso de la palabra tzompantli como término genérico, en el caso de estructuras similares a los muros de cráneos del centro de México.
Gabriela Rivera es doctora en Estudios Mesoamericanos por la Universidad Autónoma Nacional de México. Sus áreas de investigación han sido la guerra en la cultura maya prehispánica, rebeliones coloniales en el área maya, y sacrificio y ritualidad entre los mayas del periodo clásico.
Contacto:
Museo Popol Vuh
popolvuh@ufm.edu
Guatemala, 2 de febrero del 2023
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