A principios del siglo XVIII, fray Francisco Ximénez encontró y transcribió un documento escrito en lengua quiché, que tenía alrededor de 150 años. Son muchos los autores que aseguran que se trataba de un manuscrito prohibido que contenía las creencias ancestrales de los indígenas y que ellos lo habían mantenido escondido de los hispanos, temerosos de que lo descubrieran o lo destruyeran. En mi opinión, puede tratarse de un título legal que se había redactado para legitimar el linaje de los descendientes de los últimos reyes de Gumarcaj: don Juan de Rojas y don Juan de Cortés. Los pasajes míticos que leemos en él, igual que la genealogía de los gobernantes del Quiché, sirvieron para demostrar su hidalguía y obtener algunos privilegios de la Corona española.
Hoy sabemos que, tanto españoles como indígenas, escribieron gran cantidad de documentos legales durante la época hispana, para lograr el reconocimiento y ciertas mercedes del gobierno peninsular, entre los que se pueden mencionar las probanzas de méritos y servicios, las cartas de linaje y algunos títulos de tierras. Desgraciadamente las que fueron elaboradas por los indígenas han sido clasificadas erróneamente como escritos ancestrales o crónicas indígenas, por desconocimiento del sistema legal de aquella época y su verdadero propósito.
Al analizar los escritos redactados por los indígenas, se puede notar que presentan elementos de mestizaje, ya que debían incluir elementos probatorios para el sistema legal hispano; pero también otros que validaran su estirpe o derecho a la tierra ante sus propios compatriotas, entre los que se puede mencionar la mitología o su historia prehispánica; además de algunos elementos mágicos, que gozaban de cierto reconocimiento entre sus propios sujetos.
Coralia Anchisi de Rodríguez es miembro de la junta directiva del museo Popol Vuh, de la Universidad Francisco Marroquín, y participa en diversos proyectos de esa organización. Ha realizado varias investigaciones sobre personajes emblemáticos de la época colonial e impartido cursos de historia. Es miembro de número de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala. Las siguientes son observaciones de la investigadora, durante una conversación con Luis Figueroa, acerca del libro que conocemos como Popol Vuh y el contenido en la Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala.
— ¿Por qué crees que Francisco Ximénez quiso escribir el Popol Vuh?
— «La mayoría de las personas piensa que el padre Ximénez quiso transcribir las historias de los quichés a su libro para preservarlas, y fue todo lo contrario.
«Es interesante notar que cuando se lee el libro original del padre Ximénez, que hoy llamamos Popol Vuh y se encuentra en la biblioteca Newberry en Chicago, encontramos también otros textos como un prólogo, escolios o comentarios y un pasaje sobre el ser de Dios, escritos por el mismo sacerdote; en ellos nos informa que se ha tomado el trabajo de transcribir un texto antiguo que encontró en Santo Tomás Chichicastenango y luego lo ha traducido al castellano para ayudar a los misioneros a convertir a las almas y para que ellos sepan en qué creen; de lo que se puede deducir que lo estaba redactando para ayudar a cristianizar a aquellas personas. Esa fue la verdadera intención del fraile. En el mismo libro encontramos también algunas salutaciones en lengua quiché, destinadas a informar a los indígenas sobre Dios.
«Es interesante que el padre Ximénez dejó algunas páginas en blanco al final de su libro, y en ellas encontramos tres escritos de una persona que firma Chávez, donde se puede leer una oda a la Orden de Predicadores, una fórmula para confesar en quiché-castellano y un texto en quiché que habla de Dios, escritos cinco años después de la muerte de fray Francisco Ximénez en Rabinal. Lo que demuestra que su libro siguió siendo usado por otras personas, aún después de su muerte.
«Resulta incluso más interesante pensar que ese libro fue una especie de borrador o ensayo que el padre Ximénez usó para otro, bastante más completo, que vio la luz veinte años más tarde, cuando fue enviado a su antiguo convento en Córdoba, España; aunque tampoco fue publicado hasta dos siglos después.
«El padre Ximénez escribió su segunda versión editada y la incluyó en una gigantesca obra de siete volúmenes, que escribió por orden de sus superiores para narrar la historia de la Orden de Predicadores (o dominicos) desde que habían llegado a estos territorios, y se llama Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala; en uno de ellos incluyó lo que él llamó «Donde se da principio a las historias de los indios», y se incluyen las anotaciones que hizo en su primer libro. En su segunda versión también incluye muchos otros datos sobre algunos gobernantes del Quiché y los privilegios que algunos lograron conseguir de los españoles, entre ellos los que recibió don Juan de Rojas, uno de los dos últimos descendientes de los gobernantes de los quichés.
«Al leer la primera versión original escrita por el padre Ximénez te das cuenta de que en los márgenes hay algunas anotaciones, que también aparecen en otros lugares del texto, donde se aprecia que la primera versión del libro era un ensayo que se usó para escribir su versión final y editada 20 años más tarde. Cuando se leen las traducciones y trabajos de otros autores que han traducido el Popol Vuh, estas han sido borradas y no puedes darte cuenta.
«También se puede notar que en su traducción no utiliza ciertos signos o símbolos que indican sonidos, generalmente guturales, que no existen en el castellano y que él conocía perfectamente, porque sí los incluye en otro de sus libros Arte de las tres lenguas kaqchikel, k’iche’ y tz’utujil, lo que para mí es un indicativo de que el padre no tenía la intención de preservar el texto en quiché; lo importante era la versión en castellano».
— ¿Por qué crees que el Popol Vuh era un documento legal?
— «Para entender estos escritos es necesario preguntarse quién o quiénes los escribieron, por qué y qué finalidad tenían; además de situarlos en su momento histórico.
«Es importante recordar que el mundo prehispánico tuvo que adaptarse a una nueva realidad con la llegada de los europeos; en la primera mitad del siglo XVI hubo un nuevo orden. Tanto los indígenas como los extranjeros (porque llegaron españoles, portugueses, italianos, griegos, africanos, y otros) deseaban ser reconocidos por la Corona española, recibir alguna recompensa por sus servicios al rey; ya fuera por haber participado activamente en la conquista, pacificación y evangelización, o por ser descendientes de hidalgos y gobernantes o de oficiales antiguos o distinguidos.
«Hoy sabemos que los ejércitos de Pedro de Alvarado estaban compuestos en su mayoría por sus aliados mexicanos: tlaxcaltecas, quauhquecholtecas, mixtecas, etc., y que al llegar a Guatemala los españoles se aprovecharon de las rivalidades que existían entre los quichés y los cakchiqueles; muchos se aliaron con los españoles para vencer a sus enemigos. Parte de estos aliados recibieron tierras, esclavos o naboríos (indígenas a su servicio), reconocimiento de su hidalguía, tributos y otras mercedes, como lo demuestran varios títulos de tierras.
«Para gobernar los nuevos territorios, el gobierno español distinguió entre las repúblicas de españoles y las llamadas repúblicas de indios. Las primeras se gobernaban de acuerdo al sistema hispano, mientras que las segundas siguieron siendo administradas por sus antiguos señores de la tierra o por caciques y cabildos indígenas, que en muchos casos recibieron los mismos derechos y obligaciones que sus homónimos en la península, como se puede leer en cédulas reales, como la de 1697, en la que se manda que se le reconozcan a los caciques y a sus descendientes todas las providencias y honras, así en lo eclesiástico como en lo secular, que se confieren a los hijosdalgo de Castilla y que puedan participar de cualesquiera comunidades por estatuto de su nobleza.
«Estos gobernadores tenían la obligación de mantener la paz dentro de sus territorios y recoger tributos, algunos para ellos y otros para las autoridades hispanas. Como sucede dentro de cualquier grupo humano, algunos fueron justos y muy buenos, mientras otros se aprovecharon de sus puestos para explotar a quienes estaban bajo su tutela. Igual que los españoles, los antiguos señores de la tierra tenían derecho a recibir tributos, tener esclavos o sirvientes que trabajaran sus tierras y gozaban de los mismos privilegios que los españoles: usar armas, montar a caballo, agregar a su nombre el título de don, no ser encarcelados por deudas, y otros.
«Gracias a ciertos documentos que se encuentran en el Archivo de Indias, sabemos que don Juan de Cortés viajó a la corte de Madrid en 1557, como también lo hicieron varios miembros de la nobleza indígena de México, Guatemala y América del Sur, para solicitar mercedes reales. Gracias a documentos legales como el Popol Vuh, el otro hijo de los reyes del Quiché, don Juan de Roxas (o Rojas), recibió «… una renta cuantiosa para que pasase con la decencia que pedía su real persona… »; además de usar el título de don, atendiendo a las reglas del mayorazgo, por ser hermano mayor. Años más tarde encontramos que firma algunos títulos como don Juan de Rojas, rey y caballero, como se puede verificar al final de El título real de don Francisco Izquín Nehaib, de 1558, o en el de los Títulos de la casa Ixquín Nehaib, señora del territorio de Otzoya».
— ¿Cómo eran esos documentos? ¿Tienen los mismos elementos o forma del Popol Vuh?
— «Gracias a la investigación de los historiadores y archivistas, hoy sabemos que estos títulos o documentos legales se produjeron desde México hasta Argentina y que muchos coinciden en su estructura o en los elementos que los constituyen.
«Todos los títulos redactados dentro del periodo hispánico debían escribirse con caracteres latinos, aunque el sistema jurídico permitía que se redactaran en castellano o en el idioma de los interesados —náhuatl, quiché o quechua—. Estos diferían de los prehispánicos, porque ya no contenían glifos o pictogramas, con raras excepciones muy tempranas, como sucede con los lienzos de Tlaxcala o Quauhquechollan, que siguen la tradición precolombina, donde comprueban su apoyo a las tropas españolas en la Conquista. En México se otorgaron varios títulos a los señores tlaxcaltecos, que quedaron a cargo del gobierno de sus antiguos dominios. En el caso de los documentos andinos, estos se basan en la tradición oral, ya que los quipos o quipus de cordeles anudados servían únicamente para la contabilidad incaica y no para registrar otras cosas.
«Para redactar estos documentos era necesario acudir al auxilio de amanuenses o notarios y contar con traductores al momento de presentarlos ante las autoridades. Estos documentos se configuraban de acuerdo con ciertos manuales para notarios que circulaban en aquellos tiempos, como el de Gabriel Monterroso y Alvarado, de 1566, o el de Juan de Arce, de 1559, que versaban sobre la elaboración de genealogías, siguiendo la línea patrilineal. Ponían especial interés en incluir virtudes reconocidas y atribuidas exclusivamente a la nobleza, como el honor o el valor de los solicitantes o de sus ancestros y sus parientes.
«En los documentos indígenas encontramos también elementos mágicos y míticos, que son producto del mestizaje, pero que tenían validez y credibilidad para los americanos. En ellos se mencionan personajes legendarios que podían volar, tenían plumas o se convertían en animales feroces, águilas o serpientes; deidades o seres míticos que son ancestros de los solicitantes, hombres que usaban la magia para no ser vencidos, y otros.
«Se utilizó también la asociación con la tierra y una casa o solar del linaje, como lo hacían los europeos. Se incluía también la fundación de ciudades o terrenos y su defensa ante los enemigos; elementos presentes en los distintos escritos de la nobleza indiana.
«El derecho a la tierra podía demostrarse mediante la herencia o la antigüedad que esa familia o sus parientes tenían por haber vivido muchos años (siglos o milenios) en cierto enclave geográfico, que en algunos títulos indígenas están asociados con mitos de creación que se remontan a tiempos arcaicos o mitología de dioses y seres extraordinarios, que poblaron esos territorios y que se asocian de alguna manera con ellos y sus antepasados.
«Para delimitar los territorios era necesario mencionar mojones y accidentes geográficos importantes, como ríos, montañas, y otros. También el origen de sus ancestros, los lugares por donde habían llegado o su origen.
«Asimismo se aceptaba la apropiación mediante conquista, que también se menciona en muchos títulos indígenas, donde los solicitantes hacen alarde de sus batallas y de la aflicción que causaron a los vencidos, a quienes solicitan tributos y en muchos casos esclavizan o sacrifican.
«La defensa de sus propias tierras contra enemigos que desean invadirlas o tomarlas, también es una forma de validación para ser los genuinos dueños de la tierra.
«Por último, quiero mencionar también la importancia de la cristiandad; casi todos estos incunables aclaran haber sido escritos por cristianos o en tiempos de la cristiandad; en algunos casos también hacen alusión al bautizo de sus antepasados.
«Otro elemento es contar con testigos reconocidos, que dieran validez al documento y su contenido; por lo que muchas veces encontramos las firmas de personas reconocidas, tanto del mundo hispano como del indígena. En los documentos de los linajes quichés hallamos la firma de los sacerdotes que los crismaron, de Pedro de Alvarado o de indígenas reconocidos, como don Juan de Rojas o don Juan de Cortés».
— ¿Eran distintos los documentos de los españoles y los de los indígenas?
— «Todos los documentos buscaban algún beneficio, ya sea un título nobiliario, que se les librara de la mita o trabajo obligatorio, recibir tributos, tener esclavos o sirvientes (naboríos), derecho a ocupar puestos en el Gobierno en los pueblos de indios, y otros. En el caso de los españoles, sus escritos son generalmente probanzas de méritos y servicios; o sea a cambio de haber servido a la Corona, en batallas contra piratas o insurrecciones, pacificación de territorios, y otros.
«Los escritos indígenas son más complejos porque deben incluir elementos probatorios tanto para españoles, como para sus propios compatriotas y es allí donde encontramos largas descripciones geográficas, detalladas narraciones de batallas, larguísimas genealogías, elementos mágicos, y otros.
«En los archivos encontramos gran cantidad de estos documentos probatorios, aunque en muchos casos es difícil saber si se trata de antiguos señores indígenas o de españoles, ya que, desde épocas muy tempranas, los hijos de los señores principales fueron bautizados y educados en escuelas o colegios destinados a la instrucción de los llamados hijos de caciques. Al crismarse, cambiaban sus nombres por los de santos patronos cristianos y en muchísimos casos también adoptaron apellidos españoles; esto dificulta identificarlos como indígenas o peninsulares, y solo sabemos quiénes son, si los documentos aclaran su identidad al agregar la palabra indio, junto a su nombre. Por eso se sabe muy poco sobre estas personas».
Conferencias de Coralia Anchisi de Rodríguez:
- «Vida y obra del hermano Pedro»
- «Labor evangelizadora de los hermanos franciscanos en las verapaces»
- «Sor Juana de Maldonado, reescribiendo la historia»
- «Empedrados rústicos y decorativos en los pavimentos antigüeños»
- «Monasterio de la Inmaculada Concepción y la más famosa de sus ocupantes, doña Juana de Maldonado»
Contacto:
Museo Popol Vuh
popolvuh@ufm.edu
Guatemala, 29 de junio del 2023
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